
En 1975, la sonda estadounidense "Mariner10" completó su tercer y último acercamiento a Mercurio. De aquellas tres visitas, las últimas realizadas por un artefacto humano a ese planeta, quedaron imágenes de algo menos de la mitad de su superficie y muchas preguntas. El planeta más cercano al Sol tiene un rostro machacado por los meteoritos, parecido al de la Luna, pero en su interior guarda un núcleo metálico mayor que el de Marte; tiene un campo magnético que sus entrañas no deberían producir; incluso es probable que en su superficie abrasada por el Sol haya refugios en los que se conserven depósitos de hielo.
Tras más de 30 años de ausencia, hoy una sonda volverá a mirar a Mercurio de cerca. Se trata de "Messenger", de la NASA. Sobre las ocho de la tarde (hora peninsular) sobrevolará a unos 200 kilómetros de altitud el hemisferio que "Mariner10" dejó sin fotografiar. Tomará 1.200 fotografías y aprovechará para ralentizar su marcha en una complicada maniobra de inserción en la órbita mercurial que se consumará, tras dos acercamientos más, en marzo de 2011. Después, permanecerá allí durante un año para explorar uno de los pocos sitios del Sistema Solar aún desconocidos.
Los responsables de la misión creen que las imágenes que "Messenger" envíe esta tarde pueden deparar sorpresas, pero ya tienen una serie de preguntas que desean contestar. Uno de los enigmas que se comenzarán a resolver es el que existe en torno al enorme volumen de su núcleo -se calcula que puede suponer un 40% del volumen del planeta, frente al 17% de la Tierra-.
Una de las hipótesis más aceptadas relaciona la desaparición de la corteza que debería encontrarse sobre el núcleo de Mercurio con un impacto similar al que arrancó de la superficie terrestre el material con el que se formó después la Luna. En este caso, un choque habría pelado la parte de la corteza que falta, dejando tras de sí un planeta mucho más denso de lo previsto.
Otro de los enigmas que "Mariner10" agitó con sus imágenes está relacionado con la presencia de un inesperado campo magnético. Estos campos suelen estar generados en el núcleo del planeta, por un material derretido capaz de conducir la electricidad. Si se tiene en cuenta la escasa cobertura que protege el nucleo de Mercurio, ese material debería haber perdido hace tiempo su calor, quedando sólido y sin fuerza para crear un campo magnético. Se quiere comprobar si el campo magnético de Mercurio está fosilizado y se mantiene constante a lo largo del tiempo, o si varía como lo hace el campo magnético de la Tierra. La primera hipótesis haría difícil explicar cómo es posible que este campo se encuentre presente en todo el planeta; la segunda requeriría una explicación de cómo se mantiene líquido un interior que debería estar seco hace tiempo.
Un tercer aspecto paradójico que las observaciones previas de Mercurio han dejado intuir y "Messenger" comenzará a desvelar a partir de hoy es la presencia de hielo en el planeta más churruscado del Sistema Solar. "Si no hay casquetes polares, es muy posible que haya cráteres cercanos a los polos, donde no llegue la luz del Sol, como sucede en la Luna, donde podría haber conservado hielo. Hay que tener en cuenta también que durante las últimas fases de formación este planeta fue bombardeado por objetos, como cometas o asteroides condríticos, que habrían aportado el agua que ha podido quedar preservada en estas zonas.
Después de más de 30 años tratado como la cenicienta del Sistema Solar, un nuevo periodo de interés por Mercurio se abre mañana. Tras "Messenger", en 2019 una ambiciosa misión europea, bautizada como "BepiColombo", llegará al planeta más cercano al Sol. Entonces, el estudio de su superficie o el campo magnético se completará con medidas que servirán para testar incluso la teoría de la relatividad general elaborada por Albert Einstein.
El genial físico inglés Isaac Newton nunca fue capaz de explicar con su teoría gravitatoria el extraño movimiento de Mercurio en torno al Sol. El enigma no se resolvió hasta que ya en el siglo XX, Albert Einstein, empleó el movimiento orbital de este planeta como primera prueba convincente de que su teoría de la "relatividad general" era correcta. Dada su cercanía al Sol, Mercurio siente con mayor intensidad que cualquier otro planeta el tirón gravitatorio de la estrella.
Algunos físicos creen que la energía oscura que provoca la aceleración de la expansión del Universo puede provocar, en lugares límite, variaciones en el comportamiento previsto para la gravedad por la teoría de Einstein. Uno de estos lugares sería Mercurio. Para comprobar los límites de la relatividad, la sonda de ESA "Jaxa BepiColombo" medirá -a partir de 2019- anomalías en la órbita de este planeta que no puedan ser explicadas por esta teoría. Mercurio podría refutar de nuevo a un científico genial.
1 comentario:
La verdad es que de estos temas conozco más bien poco
A mi se me ocurre que sea precisamente su cercanía al sol la causa de que su núcleo siga líquido, y no por el calor emitido por el sol, sino porque el núcleo metálico de Mercurio está muy expuesto al campo gravitatorio y magnético del sol.
Puede que ese campo magnético solar haga con el núcleo de Mercurio lo que una cocina de inducción hace con una sartén, al encontrarse en medio del campo magnético el metal se calienta una barbaridad y por eso se mantiene aún líquido (corrientes de Focault).
Pero vamos, seguro que eso ya lo deben de haber considerado los científicos que estudian estas cosas a lo largo y ancho del planeta tierra.
Un saludo
Jorge Berrocoso, "Nitales"
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