Decía Teilhard de Chaldrin que, en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero. Y tan proverbial resultó ser su reflexión que son, hoy ya, un buen número de físicos –hemos escrito "físicos", si- los que han incorporado dentro de su vocabulario palabras como "supercuerdas", "agujeros de gusano", "mundos paralelos"... La mecánica cuántica y la relatividad parecen demostrar el fracaso del orden mecanicista y explican que nuestro universo, tan inconmensurable como nos parecía y sin que apenas hayamos comenzado a descubrirlo, sería como una "burbuja" coexistiendo con otros universos.

La sola idea de un "multiverso", incrustado dentro de "once dimensiones", y mostrando unas realidades moldeables y, por supuesto, más complejas de la que perciben nuestros limitados sentidos, nos obliga a desplegar nuestra mente, no digamos nuestra imaginación... La "vida" podría ser "sueño" y los "sueños, "realidad", y todo cuanto nos sucede podría ser oasis ficticios de una conciencia, la nuestra, que está en otro lugar... Y es que algunas cosas no son como nos parecen: Hace mil años creíamos que nuestro universo terminaba en Saturno. En el mundo material las cosas están separadas espacialmente, pero nosotros no lo hemos sabido hasta hace poco porque percibimos su solidez.


Legendaria Avalon, sumergida en brumas y maravillas, isla del reino de las Hadas, del helénico Jardín de las Hespérides, el lugar donde son portadores de eternidad, Arturo, Morgana o Merlín; donde habita escondido de los hombres el Santo Grial... Mítica Avalon, al igual que Shambala o Agarta, lugares mágicos por excelencia, lugares de paso a universos prohibidos . Tal vez, algún día, tus brumas se disipen y podremos acceder a la realidad. ¿Pero qué realidad? No lo sabemos. Quizás no lo sepamos nunca. Hoy, de momento, hay quien piensa, físicos incluidos, que el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina.

viernes, 19 de junio de 2009

¡¡PREOCUPADOS!!


Sería lo habitual, en estas fechas, haber escrito algo sobre el solsticio de verano, o sobre la noche mágica por excelencia, que es la del día de San Juan, o algo sobre el significado mágico que subyace en las hogueras de mi ciudad, Alicante, o sobre el reciente lanzamiento del cohete Atlas V, primer paso y antesala de un nuevo proyecto especial que devengará en un nuevo paseo del hombre sobre la Luna en el 2020. ¡2020! Madre, mía, lo que habrá sucedido de aquí hasta entonces en nuestro planeta dado los tiempos que corren. Desde luego que tenemos motivos para estar preocupados. No obstante, motivos para estar preocupados nunca nos van faltar.

Recuerdo, a pesar del tiempo transcurrido, unos veinticinco años, a una buena señora, y compañera, que asistía conmigo a las clases de Astrología que impartía Tito Maciá, entonces profesor, después gran amigo mío, en la alicantina calle Bazán. Su nombre, si mal no recuerdo, era Pepita. Se trataba de una señora un poquito mayor que yo por aquel entonces, muy inquieta, nerviosa, simpática y de las que suele caer bien a todo el mundo. También muy dicharachera y que no "se cortaba un pelo” en preguntar siempre aquello que creía oportuno, sobre todo si tenía relación con su carta astral y con todo aquello que ella consideraba que la astrología pudiera revelar sobre su vida. 

Pepita tenía la costumbre siempre, al terminar las clases, y carta astral en mano, de aproximarse hacia Tito Maciá para preguntarle aspectos pertenecientes a su vida. Mientras el resto de alumnos nos marchábamos, ella se quedaba siempre un rato más charlando con Tito intentando sonsacarle algo. Pepita parecía siempre angustiada y preocupada por un sinfín de cuestiones. Cuando no era por la clase de amigos con los que frecuentaba su hijo, era por el trabajo del “noviete” de su hija, cuando no era por los problemas económicos por los que atravesaba la empresa en la que trabajaba su marido, era por la frágil salud de su madre... y así todos los días.

Cierto día, Tito Maciá, supongo que un poco cansado de “hacer horas extras” debido a las insistentes preguntas de su alumna, decidió interpretar la carta de Pepita ante el resto de la clase para que todos aportáramos nuestras opiniones sobre la vida de Pepita y sus circunstancias. Cuando hubimos terminado, ella, y tras haber escuchado atentamente todo cuanto supimos decirle aquella tarde, dejó escapar un suspiro: - "¡Qué vida tan complicada!" - exclamó. Y en forma de lamento preguntó en voz alta: “¡Ay, cuándo dejarán de pasarme cosas!”. Se hizo un silencio. Pero alguien desde el fondo de la habitación respondió con voz decidida: “¡Cuando te mueras!”.

Y es que las personas pasamos la mayor parte de nuestro tiempo preocupadas. Casi diría yo –y creo que no exagero demasiado- que vivimos permanentemente preocupados. Nos preocupamos por los estudios, después por el trabajo, por el estatus, por el dinero, por nuestros hijos, por nuestros padres, por el vecino impertinente, por nuestra salud, por la hipoteca, por el colesterol, por el cáncer, por Obama, por Zapatero, por Rajoy, por la alopecia, porque no gana nuestro Real Madrid o Barcelona, por la conexión a internet, por dejar de fumar, por la ansiedad que tendremos tras dejar de fumar... y así día tras día. Ni siquiera cuando nos vamos de vacaciones dejamos de estar preocupados: hay que preparar la maleta, ir a la agencia de viajes, comparar precios, reservar el hotel, mirar a qué hora sale el avión, buscar el mejor itinerario... y otra preocupación que subyace latente siempre: ¿y si nos roban?, o aún peor... ¿y si tenemos algún accidente?.

Bien es verdad que hay “preocupaciones” y “preocupaciones”. Para muchos millones de humanos, su preocupación al levantarse por la mañanas es si podrán comer ese día. En el otro lado, existen las preocupaciones neuróticas que prácticamente carecen de importancia pero que curiosamente no podemos deshacernos de ellas. Si las preocupaciones nos han servido para conseguir objetivos anhelados las damos por bienvenidas. Las peores son las que han correspondido a las “batallas perdidas”. Perder batallas en las que, a lo largo de los años te has ido dejando no sólo el tiempo y las energías, si no las ilusiones, las esperanzas y hasta la piel.

Que nadie piense que los millonarios no tienen preocupaciones; claro que se preocupan... y mucho. André Kostolany uno de los mejores inversores en bolsa de la historia dijo:. “Cuando, pese a todo se gana dinero en la bolsa es el salario del dolor, primero llega el sufrimiento y después el dinero”. Tener dinero es una fuente de preocupación constante, sino, amigo lector, pásate alguna noche por los foros de economía y observarás cuanto se preocupa la gente de como invertir bien su dinero: ¿invierto mejor en Telefónica? ¿no será mejor en Endesa? ¿y por qué no en mercados emergentes? ...¡no, mucho riesgo!... ¡mejor en renta fija!... porque ¿subirán los tipos de interés?... ¡no mucho!, así que mejor me arriesgo e invierto en Bolsa... pero... ¿y si se produce un crack y me arruino?.

Las personas que son felices también viven preocupadas. ¿Acaso no hay mayor preocupación que perder la felicidad?. Pero, por si fuera poco, el ser humano no solo se preocupa por las cosas que le están pasando, es decir, por su presente, sino que también se preocupa por las cosas que le pueden suceder. Para regocijo de videntes y adivinos, millones de personas se preocupan por su futuro más, incluso, que por su presente. Y algunos de nosotros hasta también nos preocupamos por cosas que ni siquiera sabemos si existen o no, que pertenecen al terreno de lo espiritual, lo metafísico, lo desconocido: ¿Existirá vida después de la muerte? ¿Existirá un propósito para nuestra vida? ¿Existe un Dios que lo diseñó? ¿Y si existe, por qué se olvidó de mí? ¿Qué puñetas hago yo en este complicado mundo? ¿Existe vida en el espacio? ¿También “ellos” tendrán sus “preocupaciones”?.

Algunos, entre los que me incluyo, pertenecemos a un grupo considerado como “amantes del misterio”. Dentro de él existen diversidad de colectivos: unos estamos preocupados por suplir a través del misterio carencias existenciales. Otros estamos preocupados por “pisarnos” y desacreditarnos entre sí. Otros por vivir del cuento. Otros por forrarse a costa de los ignorantes. Otros, supongo que bastantes, por procurar hacer las cosas bien hechas y con honradez.

Y es que, en esta vida, pasamos ratos comiendo, bebiendo, riéndonos, haciendo poesía, haciendo el amor, haciendo la guerra, torturando, haciendo nuestras necesidades, divirtiéndonos, besándonos, aburriéndonos, llorando, soñando con un mundo mejor... pero todo ello lo hacemos a ratos. Pero lo que no dejamos nunca de hacer, sea de forma consciente o inconsciente, es estar preocupados. Porque ni siquiera mientras dormimos estamos a salvo de nuestras preocupaciones, éstas se manifiestan a través de los sueños y si las preocupaciones nos afectan de forma intensa las pesadillas nos avisan de ello.Si todo finaliza con la muerte, será entonces cuando dejemos de estar preocupados definitivamente, pero mientras estemos vivos permaneceremos preocupados. ¿Y si existe algo más? ¿Y si el Cielo fuera la ausencia de preocupaciones?. ¿Por qué no?, Porque en caso contrario, incluso la felicidad eterna nos ocasionaría preocupaciones, y muchas, ya lo creo ¿Acaso no temeremos perder un bien tan valioso?.

El inolvidable periodista y escritor español César González Ruano durante toda su larga vida padeció una constante "mala salud de hierro", de forma que muchas veces se le deshaució y se le dió falsamente por muerto. En cierta ocasión y a la vista de un reciente fallecido le decía a su interlocutor:- “¿Te has dado cuenta de que es mentira que los muertos parezca que están dormidos?. Lo que parece es que están muertos. Todos tiene cara de preocupados.” ¡Vaya, don César...qué cosas decía usted!.

Y me acuerdo de Pepita ¿qué habrá sido de ella?. ¡Jo, cómo pasa el tiempo!, veinticinco años, decíamos antes. No la he vuelto a ver. ¿Habrá dejado de tener preocupaciones?. "¡Ojalá que no! ¡Ojalá sigas con ellas Pepita, porque mientras estemos vivos no nos resta otra alternativa!". Aunque, bien mirado, si el bueno de don César González Ruano tuviera razón en su apreciación sobre la expresión de los muertos, entonces la muerte no sería el final de todo. ¡Qué alegría, verdad! Nos habríamos convertido en seres portadores de inmortalidad, nuestra mayor aspiración. Pero, no lo olvidemos nunca, también en almas eternamente preocupadas.

Manuel Capella
www.manuelcapella.net

martes, 2 de junio de 2009

Retrato de una madre


Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados; una mujer que, siendo joven, tiene la reflexión de una anciana, y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud; una mujer que, si es ignorante, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruída, se acomoda a la simplicidad de los niños; una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo rica daría con gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud; una mujer que siendo vigorosa se estremece con el llanto de un niño, y siendo débil se reviste a veces con la bravura de un león; una mujer que mientras viva, no la sabremos estimar, porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla un solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar un sólo acento de sus labios.

De esta mujer no me exijáis el nombre, si no queréis que empape con lágrimas vuestro álbum, porque ya la ví pasar en mi camino.

Cuando crezcan vuestros hijos, leédles esta página y ellos, cubriendo de besos vuestra frente, os dirán que un humilde viajero en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí, para vos y para ellos, un boceto del retrato de su madre.