Decía Teilhard de Chaldrin que, en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero. Y tan proverbial resultó ser su reflexión que son, hoy ya, un buen número de físicos –hemos escrito "físicos", si- los que han incorporado dentro de su vocabulario palabras como "supercuerdas", "agujeros de gusano", "mundos paralelos"... La mecánica cuántica y la relatividad parecen demostrar el fracaso del orden mecanicista y explican que nuestro universo, tan inconmensurable como nos parecía y sin que apenas hayamos comenzado a descubrirlo, sería como una "burbuja" coexistiendo con otros universos.

La sola idea de un "multiverso", incrustado dentro de "once dimensiones", y mostrando unas realidades moldeables y, por supuesto, más complejas de la que perciben nuestros limitados sentidos, nos obliga a desplegar nuestra mente, no digamos nuestra imaginación... La "vida" podría ser "sueño" y los "sueños, "realidad", y todo cuanto nos sucede podría ser oasis ficticios de una conciencia, la nuestra, que está en otro lugar... Y es que algunas cosas no son como nos parecen: Hace mil años creíamos que nuestro universo terminaba en Saturno. En el mundo material las cosas están separadas espacialmente, pero nosotros no lo hemos sabido hasta hace poco porque percibimos su solidez.


Legendaria Avalon, sumergida en brumas y maravillas, isla del reino de las Hadas, del helénico Jardín de las Hespérides, el lugar donde son portadores de eternidad, Arturo, Morgana o Merlín; donde habita escondido de los hombres el Santo Grial... Mítica Avalon, al igual que Shambala o Agarta, lugares mágicos por excelencia, lugares de paso a universos prohibidos . Tal vez, algún día, tus brumas se disipen y podremos acceder a la realidad. ¿Pero qué realidad? No lo sabemos. Quizás no lo sepamos nunca. Hoy, de momento, hay quien piensa, físicos incluidos, que el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina.

lunes, 17 de diciembre de 2007

La Buena Muerte


Esta historia podría corresponder a un cuento navideño, pero es muy real.

Habían jugado el Real Madrid y el Lazio de Roma. Como futbolero que es uno, ahí estaba yo ante la tele. Recién finalizado el partido, el delantero holandés, Rud Van Nistelrooy, se dirigió a un lugar de la grada y regaló su camiseta a una mujer que evidentemente era compatriota. Después se abrazaron durante un largo minuto ante el interés y la curiosidad de los espectadores vecinos.

No conocí el significado de tal acción hasta el día siguiente. El reportero que comentaba la noticia la explicó como una admiradora que por fin conoce a su ídolo. No era tan solo eso. La mujer era efectivamente holandesa. De hecho había nacido en el mismo pueblo que Van Nistelrooy. Era invitada suya en Madrid gracias a las gestiones del padre del jugador y por fin había cumplido su sueño: verle jugar en el Bernabéu. Porque a Judith, ése es su nombre, le quedan dos meses de vida. El cáncer la atrapó hace poco más de un año con la implacable frialdad de lo inevitable y ella procuraba apurar cada instante.

Judiht lo explicó con una entereza que sobrecogía. Fueron casi dos minutos en los que el delantero secaba las lágrimas a la aficionada que no podía reprimir su llanto. Después, Antena 3, dialogó con la mujer y la historia cobró mucho más dramatismo, pero al tiempo da mucho valor al gesto del madridista que demostró un enorme corazón: “Me llamo Judith. Soy una amiga especial de Ruud y he venido a pasar unas vacaciones muy especiales a Madrid porque no me queda mucho de vida. Quería ver a Ruud dando lo mejor de él”, comentaba con la voz entrecortada, pero con la alegría de haber cumplido un sueño.

No estaba alegre, claro, pero su sonrisa tampoco revelaba amargura. Como su homónima bíblica, que decapitó al general babilonio Holofermes y murió plácidamente a los ciento cinco años, Judith es mujer de una gran entereza y se le notaba. No tengo claro si es más inquietante no saber cuando vamos a morir o saber que nos estamos muriendo. Y es que la muerte, además del suceso biológico, ha dado lugar a reflexiones, anécdotas y narraciones de todo tipo.

"Decidme como ha sido la muerte de un hombre y yo os diré como ha sido su vida" nos recuerda esta reflexión brahamanica. Poco antes de expirar, el ateo Lord Marchmain accedió a persignarse para morir en gracias de Dios, pretendiendo garantizarse cierta indulgencia de ultratumba. El doliente Bécquer decía que "al brillar un relámpago nacemos y nos mantenemos vivos mientras dura su fulgor". “Estoy en las últimas y quiero morir de pie”, cuentan que dijo la escritora y periodista italiana Oriana Falaci mientras la muerte iba a su encuentro. A esto se llama encararse con al muerte, no perderle la cara. Admiro a quienes desprecian la muerte y les tiene sin cuidado. Recuérdese a Cervantes cuando nos avisa que la muerte no es un segador que duerma la siesta, porque a todas horas siega y lo mismo corta la paja seca como la verde yerba.

La muerte llega tarde o temprano pero siempre en su momento justo. Nadie muere un minuto antes de que le toque. El famoso cirujano, Ambrosio Pare, en su obra "La Peste", decía: "La muerte es el temor de los ricos, el deseo de los pobres, la alegría de los sabios, el terror de los malvados, y el comienzo de la vida eterna". También se han inmortalizado frases de matiz patéticamente sardónico: "La muerte es la mejor medicina para los males incurables" y "Vivir es estar mucho tiempo enfermo".

Menéndez Pelayo, recordó lo mucho que le quedaba por hacer cuando le llegaba su hora: "Morirme ahora, con todo lo que tengo que leer aún". "Infeliz aquel que no pudiera morir jamás" exclamó alguien con mucha razón". El confesor peguntó en su lecho de muerte al General Narváez si perdonaba a sus enemigos y éste le contestó que no podía ya, porque los había matado a todos.

Y vuelvo a recordar a Judiht. Porque relaciono su plácida y serena expresión, con ciertas técnicas que nos enseñan que el enfermo de cáncer no puede abandonarse a la desesperanza. O dicho de otra manera, que la presencia de ánimo y la ilusión puedan ser tan eficaces como la quimioterapia.

De todas las citas y reflexiones que sobre la muerte he escuchado durante mi vida, y son en verdad unas cuantas, recuerdo una con esperanzadora confianza. Pertenece al cuento de Peter Pan, donde su protagonista nos dice en un determinado momento "Morir puede ser el comienzo de una gran aventura". Tal vez Judiht piensa lo mismo.

Manuel Capella
http://www.manuelcapella.com

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces las historias de la vida misma son mas encantadoras que los cuentos.
Amparo

Anónimo dijo...

pues yo opino que la vida tiene poco de cuento, que quereis que os diga.

Anónimo dijo...

impresionante relato

Anónimo dijo...

no me gusta el fútbol, pero no me hubiera importado ver ese partido.