Decía Teilhard de Chaldrin que, en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero. Y tan proverbial resultó ser su reflexión que son, hoy ya, un buen número de físicos –hemos escrito "físicos", si- los que han incorporado dentro de su vocabulario palabras como "supercuerdas", "agujeros de gusano", "mundos paralelos"... La mecánica cuántica y la relatividad parecen demostrar el fracaso del orden mecanicista y explican que nuestro universo, tan inconmensurable como nos parecía y sin que apenas hayamos comenzado a descubrirlo, sería como una "burbuja" coexistiendo con otros universos.

La sola idea de un "multiverso", incrustado dentro de "once dimensiones", y mostrando unas realidades moldeables y, por supuesto, más complejas de la que perciben nuestros limitados sentidos, nos obliga a desplegar nuestra mente, no digamos nuestra imaginación... La "vida" podría ser "sueño" y los "sueños, "realidad", y todo cuanto nos sucede podría ser oasis ficticios de una conciencia, la nuestra, que está en otro lugar... Y es que algunas cosas no son como nos parecen: Hace mil años creíamos que nuestro universo terminaba en Saturno. En el mundo material las cosas están separadas espacialmente, pero nosotros no lo hemos sabido hasta hace poco porque percibimos su solidez.


Legendaria Avalon, sumergida en brumas y maravillas, isla del reino de las Hadas, del helénico Jardín de las Hespérides, el lugar donde son portadores de eternidad, Arturo, Morgana o Merlín; donde habita escondido de los hombres el Santo Grial... Mítica Avalon, al igual que Shambala o Agarta, lugares mágicos por excelencia, lugares de paso a universos prohibidos . Tal vez, algún día, tus brumas se disipen y podremos acceder a la realidad. ¿Pero qué realidad? No lo sabemos. Quizás no lo sepamos nunca. Hoy, de momento, hay quien piensa, físicos incluidos, que el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Juanelo Turriano


Juanelo Turriano o Giovanni Torriani, nació en Cremonte, Italia en 1501, fue un ingeniero e inventor ítalo-español. Llegó a España en el año 1529 llamado por Carlos I, y ya como Juanelo Turriano, fue nombrado Relojero de Corte y para Carlos V construyó el famoso Cristalino, reloj astronómico que le hizo ser conocido en su época. Felipe II le nombró Matemático Mayor. Reclamado por el papa Gregorio XIII participó en la reforma del calendario. Vuelto a España, Juan de Herrera le encarga el diseño de las campanas del Monasterio de El Escorial. Trabajó y vivió en Toledo desde 1534, donde murió el 13 de junio de 1585 en la indigencia. Es fama que allí construyó un autómata de madera, llamado el Hombre de palo, una calle de la ciudad lo recuerda por este hecho.
Pero por lo que es más conocido es por la máquina hidráulica que construyó para subir el agua a Toledo desde el río, conocida como el Ingenio de Toledo o Artificio de Juanelo.
A pesar de que la ciudad de Toledo había perdido algo del esplendor de la época imperial, el impulso constructor de Felipe II y su interés por llevar agua a sus jardines del alcázar (palacio Renacentista) iba a dar lugar a uno de los proyectos de ingeniería más espectaculares de su reinado y de todo el Renacimiento. Juanelo Turriano, su artífice, construiría un complejo y monumental mecanismo que haría que su fama se extendiera por toda Europa.Ya en el siglo XV se había intentado salvar el desnivel de más de cien metros que separa el río del palacio, pero ni siquiera los diseños de Brunelleschi, el famoso arquitecto de la cúpula de la catedral de Florencia, lo hicieron posible. tubería de fundición.
Sin embargo, la excesiva presión del agua reventó el mecanismo (se trataba de una presión de 100 metros de columna de agua, que equivalen a unas diez atmósferas de presión, superior al doble de lo realizado hasta entonces).En 1.561, los representantes de la ciudad de Toledo, bajo la presidencia del marqués de Falces, trataron el problema de llevar agua hasta las fuentes destinadas al uso público. Tras estas reuniones se llegó a la conclusión de que serían necesarios varios ingenios en etapas para evitar el excesivo grosor de tuberías que requeriría uno solo. Al año siguiente, los ingenieros flamencos Juan de Coten y Jorge Ulrique intentaron emplear un molino situado sobre el Tajo, el Barranchuelo, cuyas ruedas debían mover las bombas hidráulicas elevadoras, pero fracasaron en su intento. Por su parte, el ingeniero francés Louis de Foix hizo un modelo o maqueta que no llegó nunca a fabricarse a escala real.
Finalmente, en 1.565, Turriano firmó un contrato con representantes del rey y de la ciudad de Toledo, en el que se comprometía a construir un mecanismo que llevara un caudal continuo de agua del Tajo (12.400 litros al día) hasta la explanada del alcázar, lo que equivale al trabajo de subir agua de 600 mulas. Por ello habría de recibir del rey 8.000 ducados al finalizar la obra y de la ciudad una renta de 1.900 para él y sus sucesores. Turriano cumplió con creces, construyendo en sólo tres años el ingenio, que arrancó a funcionar el 23 de febrero de 1569, cuatro años despues. Unos meses después los representantes de la corona y la ciudad procedieron oficialmente a la medición del caudal, que resultó ser superior a lo estipulado (18.600 litros al dia).
El éxito de Juanelo fue completo y ese mismo año se decidió hacer un nuevo ingenio exactamente igual, adosado al anterior, para el que se pidió el material necesario. Incluso se habló de hacer dos más, uno junto a San Juan de los Reyes y otro desde el molino de Pedro López, cerca de la puerta de Bisagra. Animados por el éxito, surgieron incluso competidores, como Baltasar Tristán y Cristóbal Suazo, que ofrecieron a la ciudad la construcción de ingenios hidráulicos aún más portentosos, y que fueron desechados por inviables.
Esta magnífica obra suponía ascender el agua por un desnivel total de 100 metros y un recorrido horizontal de 300 metros, con una pendiente media del 33%. Estaba compuesto por una presa y dos ruedas motrices a nivel del río, seis estaciones intermedias -balsa del acueducto, puerta de la Fragua, pasadizo del Carmen, llano de Santiago, corral de Pavones y explanada del Alcázar-, y un total de 192 canjilones dispuestos en armaduras basculantes y agrupados en 24 unidades intermedias o torrecillas.
La fuerza motriz se transmitía por medio de bielas de movimiento alternado. Con todo ello se conseguía elevar un caudal de 11,8 litros por minuto, lo que equivale a 17.000 litros de agua cada 24 horas. Según algunos autores, el artificio sería también bastante frágil, ya que en su mayor parte estaba construido en madera. Como muestra de la magnitud de la obra cabe recordar que se emplearon doscientos carros de madera y más de quinientos quintales (castellanos) de metal. Tan sólo Augsburgo (1548), anterior a Toledo, Londres (1582) y París (1608) tuvieron un mecanismo similar.

Eduardo Sierra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué interesante entrada Edu!.
Leyéndola, y observando el dibujo, no podemos dejar de reflexionar sobre el enorme mérito de este tipo de trabajos en aquella época. Ahora abrimos un grifo y sale agua, pero hay que ver como había que ingeniárselas en aquella época.