
Vaticinaba hace unos días, Stephen Hawking, que es ya muy difícil evitar un cataclismo en la Tierra en los próximos cien años. Aludía a dos graves amenazas que acechan: nos estamos situando al borde de una segunda era nuclear y se nos aproxima un cambio climático sin precedentes. Pero, casi sin esperarlo, o tal vez si, ha aparecido otro fantasma: una crisis económica mundial que algunos valoran como extremadamente dañina. Se habla tanto de ella en estos días, y en todos los medios, que términos que hasta hace poco nos eran desconocidos, como el de “hipotecas “subprime”, ahora ya nos resultan del todo familiares.
¿Ha pensado alguien en una hecatombe financiera planetaria y apocalíptica? ¿en un colapso del sistema? La pregunta tiene una respuesta contundente: y es que “si”. Y, además, lo ha pensado mucha gente. Como siempre, solo el tiempo dirá si ello puede suceder. No sería un fin del mundo físico en el que el planeta estallara en mil pedazos, pero si el fin del mundo tal como lo conocemos. Existen opiniones sobre que la economía mundial está en las ultimas, que esto es algo que se veía venir desde hace tiempo, que los bancos mundiales solo intentan retrasar el colapso de un sistema que se diluye en una especie de agujero negro insaciable.
El día en el que comienzo a escribir estas líneas, 29 de Septiembre, se puede considerar otro “lunes negro”. Ya sabéis, uno de esos días en que los mercados financieros se desploman debido a lo que se llama "pánico vendedor". Cuando un presidente, en este caso el de la nación más poderosa y rica de la Tierra, utiliza el medio televisivo para lanzar un mensaje al mundo, o va a iniciar una guerra, o bien ya ha llegado la Navidad, o bien existe un grave peligro a la vuelta de la esquina.
¿Has pensado amigo lector que pasaría si de repente desapareciese el dinero de la Tierra? No hace falta que desaparezca, simplemente que deje de tener valor. Que todos nosotros fuésemos a retirar nuestros fondos de los bancos en una situación desesperada. De hecho ya ha sucedido en algunos países y hemos podido comprobar las consecuencias. Posiblemente seríamos nosotros mismos los que causáramos la quiebra del sistema financiero. ¿Que pasaría entonces?. Yo no lo sé. En realidad nadie lo sabe.
Los economistas siempre aciertan después de cada batacazo, nunca antes. Siempre aparecen a posteriori para explicarnos lo que ya ha sucedido. Aquello de "yo ya lo advertí" no sirve cuando se establece un “ya no hay remedio”. Los batacazos financieros globales difícilmente previsibles son los que se convierten en realidad. Y es que, en este caso, desconocemos casi todo de nuestro enemigo. No tiene rostro, ni siquiera forma, tampoco sabemos lo que es.
Solo nos han explicado que se parapeta tras el blindaje opaco de las “hipotecas subprime”. Aquellas que nacieron desde las trincheras de lujosos despachos decorados de codicia e ineptitud. Desde los áticos de los rascacielos dominan, o dominaban, un cotarro que se precipita al vacío. Su viaje hacia el abismo no sabemos si será temporal o para siempre.
Manuel Capella
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