Decía Teilhard de Chaldrin que, en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero. Y tan proverbial resultó ser su reflexión que son, hoy ya, un buen número de físicos –hemos escrito "físicos", si- los que han incorporado dentro de su vocabulario palabras como "supercuerdas", "agujeros de gusano", "mundos paralelos"... La mecánica cuántica y la relatividad parecen demostrar el fracaso del orden mecanicista y explican que nuestro universo, tan inconmensurable como nos parecía y sin que apenas hayamos comenzado a descubrirlo, sería como una "burbuja" coexistiendo con otros universos.

La sola idea de un "multiverso", incrustado dentro de "once dimensiones", y mostrando unas realidades moldeables y, por supuesto, más complejas de la que perciben nuestros limitados sentidos, nos obliga a desplegar nuestra mente, no digamos nuestra imaginación... La "vida" podría ser "sueño" y los "sueños, "realidad", y todo cuanto nos sucede podría ser oasis ficticios de una conciencia, la nuestra, que está en otro lugar... Y es que algunas cosas no son como nos parecen: Hace mil años creíamos que nuestro universo terminaba en Saturno. En el mundo material las cosas están separadas espacialmente, pero nosotros no lo hemos sabido hasta hace poco porque percibimos su solidez.


Legendaria Avalon, sumergida en brumas y maravillas, isla del reino de las Hadas, del helénico Jardín de las Hespérides, el lugar donde son portadores de eternidad, Arturo, Morgana o Merlín; donde habita escondido de los hombres el Santo Grial... Mítica Avalon, al igual que Shambala o Agarta, lugares mágicos por excelencia, lugares de paso a universos prohibidos . Tal vez, algún día, tus brumas se disipen y podremos acceder a la realidad. ¿Pero qué realidad? No lo sabemos. Quizás no lo sepamos nunca. Hoy, de momento, hay quien piensa, físicos incluidos, que el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina.

lunes, 16 de junio de 2008

Así será el fin del mundo.


""Una oleada de suicidios recorre las principales ciudades de Norteamérica, donde se suceden las muertes sin ningún tipo de explicación...""

Este es el comienzo de "El Incidente", la última película sobre el fin del mundo. A los impactos de los asteroides, a las eras glaciales, a los apocalipsis nucleares, a las invasiones alienígenas... ésta película nos advierte de un nuevo peligro.

¿Pero cómo será el fin del mundo?

Nuestro planeta no escapará, al igual que todos los demás, a su destino. Eso sí, será dentro de mucho tiempo, excepto que nosotros lo aceleremos.

La Tierra no terminará su historia sumida en los hielos, sino en un mar de llamas. El Sol, ha transformado ya cerca del 10% de su hidrógeno en helio. Este hecho va acumulándose en su corazón, y las combustiones termonucleares - que son la causa de la energía radiante - se desarrollan en la superficie de su esfera central de helio. Como la cantidad de helio aumenta sin cesar, la región muy cálida donde tiene lugar la combustión - con temperaturas del orden de 50 millones de grados- se acerca poco a poco a la superficie que, por dicha razón, tiende a aumentar de temperatura.

De hecho, el Sol va a luchar contra esa elevación de su temperatura superficial a base de dilatarse. El calor que es capaz de irradiar, varía en efecto, en razón directa del cuadrado de su radio. Cuando mayor sea este, más débil será la temperatura de la superficie solar para un mismo índice de combustión termonuclear en el corazón de nuestra estrella. El calor se "evaporará" en concepto de radiación. Si nosotros pudiésemos asistir al fenómeno del envejecimiento del Sol, veríamos modificar muy poco su poder calorífico (tanto es así, que la temperatura superficial del Sol, se presentaría sin cambios apreciables) pero asistiríamos al crecimiento de su radio.

Nuestro astro del día, que estamos acostumbrados a ver como de un tamaño aparente, aproximadamente similar al de la Luna; poco a poco, iría adquiriendo dimensiones más o menos impresionantes. Dado que el calor que recibimos de él; varía, a su vez, en razón directa al cuadrado del radio solar; cuando el Sol hubiera alcanzado dos veces su radio actual, recibiríamos aquí, en la Tierra, cuatro veces más de calor. Esto bastaría para hacer hervir todos los océanos; es decir, que nuestros descendientes, si todavía no han emigrado a otro sitio, tendrán grandes dificultades para sobrevivir.

Pero sigamos. la temperatura tenderá a subir cada vez más rápidamente. Dentro de 5.000 a 6.000 millones de años, a partir desde hoy, el Sol tendrá un diámetro de 200 a 300 veces mayor que el actual. Esta expansión le permitirá alcanzar con sus llamaradas periféricas los planetas Mercurio, Venus y, probablemente también la Tierra. Estos planetas engullidos por el Sol, serán literalmente vaporizados.

Posteriormente el propio núcleo central de helio subirá peligrosamente de temperatura. Muy pronto, alcanzará más de 100 millones de grados. A semejante temperatura el helio - que hasta ese momento permaneció inactivo - comenzará a transformarse en carbono, oxígeno y neón, con gran desprendimiento de energía. En otras palabras: en ese momento no solamente arderá el hidrógeno en las capas periféricas de este Sol, ya gigante, sino que también arderá el helio en el corazón del astro.

Es a partir de ese momento, cuando los acontecimientos se precipitarán, desarrollándose más de prisa; concretamente en algunas decenas de millones años, el Sol acabará sus días como una inmensa tea, igual que una vela encendida por ambos cabos. Todo el carburante - hidrógeno y helio - terminará por ser consumido, las reacciones nucleares cesarán, el Sol se desinflará y entretanto, se enfriará a gran velocidad. Muy pronto recuperará su antiguo volumen, para después ir contrayéndose, todavía más. En la superficie la temperatura todavía alcanzará algunos miles de grados, y las fuertes densidades harán que en el interior las temperaturas aún sigan siendo enormes, alrededor de varios centenares de millones de grados en las zonas centrales.

Pero la radiación ya no volverá jamás a cruzar el astro, para ganar la periferia e irradiar calor. El Sol se habrá convertido, por fin en una "enana blanca", o sea, en una de esas centenares de estrellas muertas que se distinguen en determinadas regiones de nuestra galaxia. Porque si la muerte del Sol no ha de tener lugar hasta dentro de varios miles de millones de años, otras estrellas ya concluyeron su existencia.

Pues así será el fin del mundo. Y todo ello no nos lo dice ni Nostradamus, ni Malaquías, ni ningún otro profeta, sino la ciencia. Y salvo que el hombre pueda alterar, precisamente a través de la ciencia, su destino, el planeta quedará engullido por las llamas del Sol.

No sabemos si la raza humana ya habrá desaparecido -cosa nada improbable, teniendo presente la cantidad de especies ya extinguidas en nuestro mundo- o habrá emigrado a otro planeta. O tal vez, ¿por qué no? habrá mutado a algo diferente. ¿Quién sabe?... O tal vez se convierta en realidad aquello de: "Nacidos por azar y desaparecidos en la ignorancia". Porque el fin de nuestro mundo será sólo una infinitésima e insignificante odisea, habitual y cotidiana, dentro, no ya del Cosmos, si no de nuestra misma galaxia.

Hoy ya sabemos cuándo y cómo será el fin del mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menos mal que aún nos fata bastante.
Saludos
Paco