
Esta profesión consistía, principalmente, en retirar de las letrinas y pozos negros los excrementos humanos y transportarlos en una carretilla a las afueras de las ciudades. Junto con los excrementos retiraban también la paja o el heno que se empleaba como papel higiénico. No desaparecieron de Occidente hasta que se generalizó el uso de los retretes con sistemas de desagüe, es decir, hasta bien entrado el siglo XX. En algunos países más pobres se sigue llevando a cabo aún esta labor. Antiguamente nadie retiraba los excrementos y, durante la Edad Media, en las ciudades se arrojaba por la ventana a las calles, con lo cual la instauración de esta profesión fue un signo claro del progreso de los tiempos.
El letrinero podría trabajar de noche, desde las nueve hasta las cinco, y se le exigía que llevase su carga lo más rápido posible de los límites de la ciudad. Era un trabajo terrible y muchos de los que lo desempeñaban morían a consecuencia de las infecciones, incluso de asfixia, debido a los gases nocivos de su carga. En la Edad Media se tenía la idea de que los letrineros eran inmunes a la peste. La profesión solía traspasarse de generación a generación, pues los hijos de los letrineros tenían problemas para ser aceptados como aprendices en otros oficios.
A los letrineros se les discriminaba socialmente y se les obligaba a vivir en lugares específicos lejos de los demás. La mayor parte de los letrineros se aficionaron al tabaco para combatir con sus humos los malos olores que estaban obligados a soportar. Su sueldo no era del todo malo y los que trabajaban para los nobles en castillos y palacios casi lograban enriquecerse con esta profesión.
2 comentarios:
JOOOOO!
Un saludo desde Madrid
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