
“Si contemplas durante largo tiempo el abismo, el abismo también te contemplara a tí”. Esta frase es de Nietzsche y pertenece a su obra “Más allá del Bien y del Mal”. En ella, el filósofo alemán, atacaba la moral de su siglo, y la he querido traer junto a estas líneas porque, quizás, podría explicar suficientemente la rocambolesca historia de Eliot Spitzer. Bueno, en realidad, creo que podría explicar muchas situaciones de todos y cada uno de nosotros.
Eliot Spitzer, abogado y político estadounidense del Partido Demócrata había desempeñado, hasta hace unos días, su cargo como Gobernador de Nueva York. El motivo de su dimisión ha sido un escándalo relacionado con la contratación de prostitutas de lujo, paradójicamente cuando este hombre se había convertido en un paladín de la lucha contra la prostitución. Su odio hacia las prostitutas era feroz, se había convertido en un justiciero en contra de la prostitución, pero a su vez estaba viviendo abrazado a ella. Cuando alcanzó el rango de gobernador se le situó enseguida en el trampolín hacia la Casa Blanca, podría haber sido presidente de EE.UU. Hoy en día, este hombre, ha dicho definitivamente adiós a cualquier aspiración política.
Quizá la historia de Spitzer, sobre la que ironiza medio mundo (el otro medio solo piensa en poder comer cada día) es la mejor metáfora del popular refrán castellano de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Cuando veamos a alguien que no para de contar chistes o no para de reírse antes de subir a un avión, posiblemente esté exteriorizando su miedo a subir a él. Cuando alguien alardea de que daría todo su dinero a los pobres, preguntémosle inmediatamente si él realmente posee ese dinero. Recordemos a aquel sujeto que tanto criticaba las novelas y a su muerte se le encontró una que no sabía concluir. En ocasiones odiamos lo que nos atrae. O nos atrae lo que odiamos, que no es lo mismo pero nos atormenta igual. Podríamos explicarlo como una lucha entre nuestra mente racional, moralista, y nuestros instintos incontrolables.
Las razones emocionales por las que hacemos las cosas no se descubren tan fácilmente. La Psicología ha avanzado mucho, pero la mente sigue siendo una gran desconocida. La represión de ciertos contenidos inconscientes pueden provocar un mecanismo de defensa, su función consistiría en actuar sobre aquello que tememos, o que sentimos que nos esclaviza, o sobre ciertas situaciones en las que nos sentimos frustrados e insatisfechos. Los impulsos que se encuentran reprimidos serían aquellos que entran en contradicción con esa parte moral. A ello Freud lo llamó el “Superyo”.
El ser humano está lleno de contradicciones. Muchas veces nuestra vida misma es una total contradicción. Por eso, no deberíamos ser tan duros con Spitzer, ni con los que odian las novelas, ni con los que nos cuentan chistes antes de subir a un avión, ni hacia aquellos que proclaman que darían todo lo que no tienen sin saber si cuando tengan algo cumplirán su promesa. En realidad todos llevamos un Spitzer dentro. Y que me perdonen los que no lo sientan así. Pero yo creo que sí, que en algún aspecto de nuestras vidas, sea el que sea, vemos en nosotros la cara de Spitzer. Tampoco importara mucho si ha sido por aproximarnos nosotros al abismo o porque siempre permanecimos junto a él.
Manuel Capella