Decía Teilhard de Chaldrin que, en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero. Y tan proverbial resultó ser su reflexión que son, hoy ya, un buen número de físicos –hemos escrito "físicos", si- los que han incorporado dentro de su vocabulario palabras como "supercuerdas", "agujeros de gusano", "mundos paralelos"... La mecánica cuántica y la relatividad parecen demostrar el fracaso del orden mecanicista y explican que nuestro universo, tan inconmensurable como nos parecía y sin que apenas hayamos comenzado a descubrirlo, sería como una "burbuja" coexistiendo con otros universos.

La sola idea de un "multiverso", incrustado dentro de "once dimensiones", y mostrando unas realidades moldeables y, por supuesto, más complejas de la que perciben nuestros limitados sentidos, nos obliga a desplegar nuestra mente, no digamos nuestra imaginación... La "vida" podría ser "sueño" y los "sueños, "realidad", y todo cuanto nos sucede podría ser oasis ficticios de una conciencia, la nuestra, que está en otro lugar... Y es que algunas cosas no son como nos parecen: Hace mil años creíamos que nuestro universo terminaba en Saturno. En el mundo material las cosas están separadas espacialmente, pero nosotros no lo hemos sabido hasta hace poco porque percibimos su solidez.


Legendaria Avalon, sumergida en brumas y maravillas, isla del reino de las Hadas, del helénico Jardín de las Hespérides, el lugar donde son portadores de eternidad, Arturo, Morgana o Merlín; donde habita escondido de los hombres el Santo Grial... Mítica Avalon, al igual que Shambala o Agarta, lugares mágicos por excelencia, lugares de paso a universos prohibidos . Tal vez, algún día, tus brumas se disipen y podremos acceder a la realidad. ¿Pero qué realidad? No lo sabemos. Quizás no lo sepamos nunca. Hoy, de momento, hay quien piensa, físicos incluidos, que el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina.

martes, 17 de noviembre de 2009

¡2012!... y cinco mil millones de años más.


Por algún extraño motivo y desde que el ser humano tiene uso de razón, siempre ha imaginado como será el fin del mundo. A todos nos ha venido a la cabeza la idea de que un meteorito destruya el planeta, que un virus letal contamine todo lo que se mueva o que una invasión alienígena aniquile la raza humana. El fin del mundo se ha convertido en un arquetipo. La temática apocalíptica o el llamado “arquetipo del fin de los tiempos” ha sido, y será, una constante en la vida de la civilización. No podemos desprendernos en nuestro inconsciente del último, crucial e irrepetible momento de la humanidad.

Acabo de ver 2012. No me voy a quejar, me lo he pasado en grande, no me he aburrido y he conseguido evadirme de la realidad durante 150 minutos, ¿acaso no es eso el cine? . Pero los mayas no sabían cómo ni cuándo será el fin del mundo. Nosotros, los habitantes del siglo XXI, si. ¿Cuándo será?: dentro de 5000 millones de años. Es cierto que nosotros podemos acelerarlo: una mirada al momento presente refuerza esta idea. Pero el 2012 tiene las mismas posibilidades de poseer el dudoso privilegio del Apocalipsis como el 2014, el 2025, ó el 5118. Cualquier año puede servir.

Dentro de 5000 millones de años, nuestro planeta no escapará, al igual que todos los demás, a su destino. La Tierra acabará en un mar de llamas. El Sol, ha transformado ya cerca del 10% de su hidrógeno en helio. El calor que es capaz de irradiar varía, en efecto, en razón directa del cuadrado de su radio. Cuando mayor sea este, más débil será la temperatura de la superficie solar para un mismo índice de combustión termonuclear en el corazón de nuestra estrella. El calor se "evaporará" en concepto de radiación.

Nuestro astro del día, que estamos acostumbrados a ver como de un tamaño aparente, aproximadamente similar al de la Luna; poco a poco, iría adquiriendo dimensiones más o menos impresionantes. Dado que el calor que recibimos de él; varía, a su vez, en razón directa al cuadrado del radio solar; cuando el Sol hubiera alcanzado dos veces su radio actual, recibiríamos aquí, en la Tierra, cuatro veces más de calor. Esto bastaría para hacer hervir todos los océanos; es decir, que nuestros descendientes, si los hay, tendrán grandes dificultades para sobrevivir.


Pero sigamos. La temperatura tenderá a subir cada vez más rápidamente. Dentro de 5.000 a 6.000 millones de años, a partir desde hoy, el Sol tendrá un diámetro de 200 a 300 veces mayor que el actual. Esta expansión le permitirá alcanzar con sus llamaradas periféricas los planetas Mercurio, Venus y, probablemente también la Tierra. Estos planetas engullidos por el Sol, serán literalmente vaporizados.

Posteriormente el propio núcleo central de helio subirá peligrosamente de temperatura. Muy pronto, alcanzará más de 100 millones de grados. A semejante temperatura el helio - que hasta ese momento permaneció inactivo - comenzará a transformarse en carbono, oxígeno y neón, con gran desprendimiento de energía. En otras palabras: en ese momento no solamente arderá el hidrógeno en las capas periféricas de este Sol, ya gigante, sino que también arderá el helio en el corazón del astro.

Es a partir de ese momento cuando los acontecimientos se precipitarán, desarrollándose más deprisa; concretamente en algunas decenas de millones años, el Sol acabará sus días como una inmensa tea, igual que una vela encendida por ambos cabos. Todo el carburante - hidrógeno y helio - terminará por ser consumido, las reacciones nucleares cesarán, el Sol se desinflará y entretanto, se enfriará a gran velocidad. Muy pronto recuperará su antiguo volumen, para después ir contrayéndose, todavía más. En la superficie la temperatura todavía alcanzará algunos miles de grados, y las fuertes densidades harán que en el interior las temperaturas aún sigan siendo enormes, alrededor de varios centenares de millones de grados en las zonas centrales.

Pero la radiación ya no volverá jamás a cruzar el astro, para ganar la periferia e irradiar calor. El Sol se habrá convertido, por fin en una "enana blanca", o sea, en una de esas centenares de estrellas muertas que se distinguen en determinadas regiones de nuestra galaxia. Porque si la muerte del Sol no ha de tener lugar hasta dentro de varios miles de millones de años, otras estrellas ya concluyeron su existencia.

Así será el fin del mundo dentro de 5000 millones de años. Y dentro de tres, pasado el 2012, se dejará de hablar de este año y del calendario maya, tal como se hizo antes con la gran alineación de 1982, con el 1999 de Nostradamus, con el “efecto 2000” en ese año. En el futuro los años elegidos para la especulación, la discusión y el cine, serán el 2019 debido el paso del cometa NT7, el 2036 también por su acercamiento a la tierra del cometa Apophis. Después, no faltarán otros.

Hay quien piensa que el fin del mundo le sucede a cada uno con su muerte. Yo pienso que no, No importa saber que uno no estará ya vivo cuando ocurra; porque aún así, queremos saber cómo y de qué forma se desencadenará. También deseamos que “alguien” sepa que hemos existido, que todo cuanto vivimos y experimentamos sea conocido por “alguien más” en el universo. Tal vez sea esa la razón de que vivamos permanentemente pensando en “fines del mundo”.

La tentativa de datar el fin del mundo es una herencia de todas las religiones orientales, también de nuestro inconsciente colectivo y de la cual no podemos desprendernos. Queremos ser testigos de ese dramático y trascendental momento. Somos así de egoístas, no queremos morirnos sin saber cómo y cuándo acabará todo. No queremos trasladar ese " privilegio" a nuestros lejanos nietos. Por ello ahora nos hemos obsesionado con el 2012. Sucederá lo mismo cinco mil millones de años más.



Manuel Capella