Decía Teilhard de Chaldrin que, en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero. Y tan proverbial resultó ser su reflexión que son, hoy ya, un buen número de físicos –hemos escrito "físicos", si- los que han incorporado dentro de su vocabulario palabras como "supercuerdas", "agujeros de gusano", "mundos paralelos"... La mecánica cuántica y la relatividad parecen demostrar el fracaso del orden mecanicista y explican que nuestro universo, tan inconmensurable como nos parecía y sin que apenas hayamos comenzado a descubrirlo, sería como una "burbuja" coexistiendo con otros universos.

La sola idea de un "multiverso", incrustado dentro de "once dimensiones", y mostrando unas realidades moldeables y, por supuesto, más complejas de la que perciben nuestros limitados sentidos, nos obliga a desplegar nuestra mente, no digamos nuestra imaginación... La "vida" podría ser "sueño" y los "sueños, "realidad", y todo cuanto nos sucede podría ser oasis ficticios de una conciencia, la nuestra, que está en otro lugar... Y es que algunas cosas no son como nos parecen: Hace mil años creíamos que nuestro universo terminaba en Saturno. En el mundo material las cosas están separadas espacialmente, pero nosotros no lo hemos sabido hasta hace poco porque percibimos su solidez.


Legendaria Avalon, sumergida en brumas y maravillas, isla del reino de las Hadas, del helénico Jardín de las Hespérides, el lugar donde son portadores de eternidad, Arturo, Morgana o Merlín; donde habita escondido de los hombres el Santo Grial... Mítica Avalon, al igual que Shambala o Agarta, lugares mágicos por excelencia, lugares de paso a universos prohibidos . Tal vez, algún día, tus brumas se disipen y podremos acceder a la realidad. ¿Pero qué realidad? No lo sabemos. Quizás no lo sepamos nunca. Hoy, de momento, hay quien piensa, físicos incluidos, que el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina.

domingo, 13 de diciembre de 2009

¡Platillos Volantes!


Hace pocos días volvieron a dar por la 2 la película “Platillos Volantes” . No sé ya si por cuarta o quinta vez volví a verla. La verdad es que la película en sí no es gran cosa, pero cuando sucedieron los acontecimientos que en ella se relatan, quien esto escribe, estaba llegando a la veintena de años. Lo que allí se cuenta reactiva una serie de añoranzas, recuerdos y vivencias de una época: la de principios de los setenta, tiempos marcados, entre otras muchas cosas, por ser la época dorada de los “platillos volantes”.

La película que comienza con tintes de comedia acaba convirtiéndose, no podía ser de otra forma, en un auténtico drama. La historia muy resumida es la siguiente: en 1972 y en el kilómetro 335 de la vía férrea Tarrasa-Barcelona, muy cerca del apeadero de Torrebonica, fueron descubiertos los cadáveres decapitados de José Felix Rodríguez Montero, y Juan Turú Vallés. Ambos pertenecían a una asociación, liderada por el primero, dedicada al estudio de los OVNIs. Sin embargo, lo que comenzó como un hobby, terminó degenerando en una obsesión. José Felix Rodríguez, que terminó por creerse un extraterrestre reencarnado, practicaba asiduamente la OUI-JA y otras técnicas de supuesto "contacto extraterrestre", llegando a crear una particular cosmogonía, en la que el viaje a Júpiter era posible -según su delirio- abandonando en esta planeta el cuerpo físico. "Los Extraterrestres nos llaman” fue lo último que escribieron antes de colocar sus cabezas sobre los raíles del tren.


Aquellos años estuvieron marcados por la guerra de Vietnam, por el movimiento hippy, los viajes a Ibiza, Donovan y la isla de Wight, Nixon y Breznev, Jiménez del Oso y Antonio José Alés, Antonio Ribera y Fernando Sesma Manzano, la primera etapa de Benítez, la misión Rama y Sixto Paz, Star Trek y el señor Spock, el alunizaje del Apolo XI. Todas las circunstancias se daban para ser la época, la gran época, de los Platillos Volantes. Y en medio de todo aquél entorno, un servidor que hacía su irrupción en él. Fue frecuente mi relación y amistad con bastantes contactistas, con la ouija, con la escritura automática, con los informes de Ummo, con una de las mejores personas que he conocido, Luis Jiménez Marhuenda, uno de los presuntos contactados de los hombres altos, rubios, de ojos azules y voz gangosa debido a la atrofia de sus órganos fonéticos dado el empleo de la telepatía en su comunicación: los ummitas.

Todas las cosas, o casi todas, tienen su anverso y su reverso. Las épocas también. Lo que se relata en Platillos Volantes muestra la cara más sombría de aquella, es cierto. Pero no todos nos adentramos en la “new age” dispuestos a poner nuestra nunca en una vía a las primeras de cambio. Los movimientos espirituales y esotéricos de los años 70 buscaron un mundo mejor que no encontraron y que hoy, unos pocos tan solo, siguen buscando. Dudo si la gente es hoy más feliz que entonces. Creo que no, pero puedo estar equivocado. Prefiero la ingenuidad a la violencia, y el idealismo a la brutalidad. En aquella época se pretendía cambiar nuestro mundo por otro mejor, hoy esas aspiraciones son letra muerta, despojos zarandeados por el oleaje manso.


La escena final de “Platillos Volantes” no solo me encantó sino que me parece la única posible y además plenamente coherente con toda la trama anterior. Aquella juventud de los setenta buscó valores en otros mundos y en otras dimensiones. No las encontró porque tal vez ambas cosas no existan o sean, de momento, inaccesibles. Pero sintió la necesidad de cambiar algo, lo intentó. Sin embargo, soy de los que cree que una crisis social y económica como la que ahora vivimos viene determinada y precedida por una crisis de valores. Prefiero los "más allás" de don Fernando a las "norias" de don Jordi.

Se nos va un año más. Para mí éste ha sido un año de contrastes. Nació mi primer nieto. Falleció mi madre. Así es la vida. Como alguien interpretó: esto no es más que un constante ir y venir. Hoy, en estos tiempos que corren, sin platillos volantes.

Manuel Capella

www.manuelcapella.net